Friday, October 14, 2005

EL CIRCO DE LAS LAGRIMAS

El pequeño niño pelirrojo se encontraba de pie sobre un círculo de terciopelo púrpura rodeado de arena. Varios focos de diversos colores iluminaban su desnudez enteramente lampiña. A pesar del calor intenso, el niño temblaba y sollozaba, pero el sollozo no era suficiente para lograr el efecto que, cada tardecita, saturaba las graderías del circo.
Por lo tanto, el chimpancé responsable por el número principal de la noche, con las uñas de su mano derecha, le apretó el lóbulo de la oreja hasta que la sangre, como un hilo de seda roja, se extendió por la mejilla rosácea, se ajustó a la delicada curva del maxilar y prosiguió su descenso a lo largo del cuello.
Y entonces sí, el público estalló en golpes, aullidos y saltos de felicidad.
A los chimpancés los cautiva el llanto. Más aún en aquella zona del planeta Tierra, donde los humanos sólo existen en circos y reservas y donde suelen reprimir sus lágrimas por puro orgullo, nomás.

1 Comments:

Blogger RosaMaría said...

Dolor y ternura muy bien conjugados. Me encantó.

3:08 PM  

Post a Comment

<< Home